Cuando uno piensa en la industria del vino argentino, las provincias que se nos vienen a la mente son las que integran la región de Cuyo, Mendoza y San Juan, donde se concentra más del 90% de la producción que abastece al mercado interno y cubre la cuota de exportación. La Rioja y Salta vienen pujando desde hace tiempo y se llevan un 5% de la torta, mientras que el resto de la elaboración nacional se reparte en mínimas porciones entre Córdoba, Neuquén, Río Negro, Chubut, Entre Ríos y Buenos Aires. Un pelotón al que, calladita y con muchas ganas de crecer, se suma la nuestra: Santa Fe.
En nuestro territorio se encuentran registrados unos 18 productores de vino a nivel artesanal que decidieron conformar la Asociación Santafesina de Vitivinicultores, una entidad que ya tiene personería jurídica y a través de la cual aspiran a compartir experiencias, aprender de los errores e ir caminando juntos en el maravilloso mundo del vino. Pero hay más: la flamante asociación ya logró tener voz en la Coviar (Corporación de Vitivinicultores Argentinos, que preside José Alberto Zuccardi), un paso gigantesco que les permitirá acceder a capacitación y financiación para mejorar la infraestructura.
En los últimos años aparecieron, a lo largo y ancho de la bota, algunos emprendimientos individuales de aficionados al vino que quisieron probar cómo era elaborarlo en un ámbito diametralmente opuesto al más adecuado para el crecimiento de la vid: tanto el clima húmedo como la tierra fértil de la pampa húmeda, claves para la producción agrícola, son perjudiciales para las plantas de uva que requieren suelo seco, baja cantidad de nutrientes y un PH equilibrado, entre otras condiciones.
Pero eso no fue motivo de desaliento para casi dos decenas de productores de vino que, de norte a sur y de este a oeste de Santa Fe, iniciaron sus pruebas con el deseo de darse un gusto personal y (en principio) sin tantas aspiraciones comerciales. Asesorados por enólogos amigos o productores experimentados conocidos, eligieron una parcela, plantaron, cosecharon y fabricaron su propia bebida. La mayoría sin saber que había otros santafesinos que estaban en la misma.
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Los había en Villa Trinidad y Rafaela; en Humboldt y en Llambi Campbell; en Carreras, Totoras, Laguna Paiva, Alcorta, Arteaga o Soldini. Y a medida que se fueron enterando de la existencia de otros colegas co-provincianos, empezaron a ponerse en contacto unos a otros hasta concretar la primera reunión. La conformación de una liga santafesina del vino se caía de madura: y así, bajo el lema de “la unión hace la fuerza”, le dieron forma a la incipiente Asociación Santafesina de Vitivinicultores.
En Totoras, la historia de Marcos Bianchi comenzó en el 2012, año en el que plantaron cuatro plantas madres. El totorense pertenece a un grupo provincial integrado por 18 viñedos, donde participan de distintos programas. Actualmente este es el único viñedo de la ciudad de Totoras.
Con información de Rosario3.