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Lucio V. López

Un taller de adolescentes de Lucio propone trabajar con imágenes para generar memoria colectiva

Sobre la pared color pastel que está en el ingreso a la escuela dos manos gigantes de papel sostiene una foto en blanco y negro. Son copias en tamaño A4 que se van uniendo una a otra, como en un rompecabezas gigante. Todo está pegado con cola diluida en agua y en la imagen hay un equipo de fútbol de mujeres. Siete arriba, cinco abajo, en formación, acompañadas por dos hombres. Dos manos que miran un registro cargado de historia, porque es la foto de hace 40 años del equipo femenino de fútbol del Club Atlético 43, en la previa de un partido. “Los archivos fotográficos familiares en el ámbito privado son recuerdos, pero cuando intervienen el espacio público se vuelven memoria de la comunidad”. Así lo entienden Matías Sarlo y Cecilia Fernández, coordinadores de un taller de fotografía con adolescentes de la localidad santafesina de Lucio V. López. Este año planean reeditarlo y dejar un registro audiovisual, a fin de difundir la experiencia y que se pueda multiplicar en otras escuelas del país.

Una primera edición del taller “La imagen mirada”, se desarrolló en 2021, en plena pandemia, con chicas y chicos de primero y segundo año del anexo de la Escuela Técnica Nº 1.482. A través de la cuenta de Instagram @zafarranchoediciones se pueden ver registros de ese trabajo. Gracias a una beca del Fondo Nacional de las Artes, entre marzo y mayo reeditarán la experiencia del taller sobre archivos familiares con adolescentes de Lucio V. López, con quienes también van a intervenir el espacio público.

Matías es fotógrafo y cuenta a La Capital que el taller se enmarca en el proyecto Zafarrancho Ediciones, con la que editaron libros lúdicos de fotografía para infancias y adolescencias, como Carcarañá¿Miramos? e Iluminadas, además de los talleres “La paciencia de la luz” (sobre fotografía experimental con la técnica de la clorotipia) y “El álbum incompleto” (una indagación en los archivos fotográficos familiares). 

En el sitio web de Zafarrancho lo describen como un proyecto que investiga la fotografía en su relación con las infancias y adolescencias “movilizados por la necesidad de poner en cuestión las imágenes que nos atraviesan en lo cotidiano”, y que para ello desarrollan distintos dispositivos como muestras, publicaciones y talleres “que invitan a explorar el lenguaje fotográfico desde lo lúdico”. “Toda esa movida arrancó en 2016 y en 2021 empezamos con los talleres en escuelas, en bibliotecas populares y en diferentes espacios con chicos y adolescentes”, apunta Sarlo.

En el marco de este proyecto fue que en 2021 nació el taller “La imagen mirada” con un grupo de entre seis y ocho adolescentes de la secundaria de la comuna ubicada a unos 44 kilómetros al noroeste de Rosario. El nombre del espacio es una referencia al gesto de sostener la imagen con las manos, como se ve en las fotos del mural colectivo “Respirando nuestra historia a través de las imágenes”, realizado en una pared del frente de la escuela.

Tesoro familiar

Cecilia es artista plástica y docente de artes visuales del anexo de Lucio V. López y fue quien propuso trabajar en la escuela con los archivos familiares del pueblo. “De alguna manera de esto participa toda la localidad, porque los vecinos se suman donando o prestando sus archivos para que nosotros los registremos”, apunta la docente de la escuela rural, que hasta el año pasado tenía solo primero y segundo año y que, tras una larga batalla, este año logró sumar tercero. A medida que esos chicos avancen en sus estudios se irán incorporando el resto de los cursos de esta secundaria, a la que asisten sobre todo hijos e hijas de los changarines de la zona.

¿Por qué trabajar con los archivos familiares en la escuela? Cecilia cuenta que en sus casas los chicos y chicas no tenían muchas fotos viejas en formato físico. Por eso fue que decidieron trabajar con las fotos que aportaron vecinos y otros allegados.

“Como sujetos interesados en lo que había pasado en el pueblo queríamos jugar en estos talleres con los adolescentes, que incluyen tanto la cuestión de la imagen como de la palabra”, reflexiona Cecilia sobre el trabajo escolar al que se sumó también la profesora de la rueda de convivencia Victoria Rovetto.

El trabajo consta de dos etapas. Una primera de trabajo en taller sobre las fotos, lo que dicen, lo que revelan de la historia del pueblo. Y una segunda que es hacia afuera, mediante una intervención artística sobre el espacio público. Así llegó el turno de escoger las fotos e imprimirlas en grande, para pegarlas en la puerta de la escuela. Mostrar al pueblo lo realizado y que los vecinos puedan verse reflejados en algunas de las tres imágenes elegidas: un acto en el patio del anterior edificio escolar, el registro de una fiesta —con los músicos de una orquesta incluidos— y un equipo de fútbol femenino. Esta última fue quizás la que más movilizó a las y los adolescentes del taller. Porque fue descubrir que hace cuatro décadas atrás hubo un equipo conformado por chicas. Cuando la vio pegada en la pared, una vecina encontró a su hija en esa formación. Y señalando la foto le contó a su nieta —que hoy también juega al fútbol—: “Mirá, ahí está tu mamá”. Ahí surgió la idea, como forma de inaugurar el mural, de realizar un partido de fútbol femenino, al que invitaron a aquellas mujeres que habían formado parte de ese equipo hace 40 años atrás. Casi un centenar de vecinos de esa localidad participó de ese homenaje, realizado en una canchita ubicada frente a la escuela.

“Lo de la intervención urbana —agrega Sarlo— estuvo buenísimo, porque la imagen dispara cosas, y fueron ellas y ellos los que pegaron las piezas de la foto”. Y Cecilia cuenta: “Cuando se interviene el paredón que da a la calle, la gente, el pueblo, se acerca, mira la foto empieza a descubrirse que estaba ahí o que conoce a alguien”.

Ese descubrir el pasado del pueblo y su identidad desde la imagen abrió a los alumnos de la escuela rural a la posibilidad de encontrarse como protagonistas de un rescate histórico. En una columna, al lado del mural, colgaron un cartel que dice: “Toda imagen es un pequeño tesoro que guarda una porción de nuestra historia”. Y más abajo explican que ese “mirar” les permitió conocer parte de la memoria de la localidad, indagar el pasado, preguntar sobre el presente e imaginar un futuro”. “En ese mirarse a través de las fotos ellos podían imaginarse haciendo otras cosas en esa localidad”, dice la docente. Cecilia hace un alto en el relato para recordar cambios concretos que trajo este taller en los chicos. Y en ese sentido apunta que ese diálogo intergeneracional desde la imagen es el registro de que ellos, los alumnos, construyen memoria a futuro. Como esa chica que en plena pegatina de los afiches dijo “nosotros también podemos dejar huella”. “Eso —apunta Cecilia— fue súper emocionante, porque estábamos trabajando con una foto de hace 40 años y al mirarla, sentirla y pensarla se dieron cuenta que ahora eran ellos los que estaban interviniendo el espacio público con esa foto. Fue movilizante, porque los empodera”.

Gracias a la beca, planean reeditar el taller “La imagen mirada” desde el mes que viene, con el regreso a clases, con una nueva camada de chicos de la escuela. Además editar un libro (en papel y digital) que de cuenta del proyecto. Y registrar todo en un video “para que cualquier docente de cualquier escuela de la Argentina pueda llevar adelante esta experiencia”, agrega Sarlo.

Fuente: La Capital – Matías Loja

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